viernes, 7 de septiembre de 2007

"Novela con cocaína", por Ángel J. Pereira


“Tras largos días y largas noches pasados en la habitación de Yag bajo el efecto de la cocaína, empecé a pensar que lo más importante para el hombre no son los acontecimientos que rodean su vida, sino el reflejo de éstos en su conciencia. Los acontecimientos pueden cambiar, pero mientras ese cambio no se refleje en su conciencia, la transformación es nula, absolutamente insignificante. Así, por ejemplo, un hombre que se enorgullece de su fortuna, sigue sintiéndose rico mientras no sabe que el banco en el que conserva su capital ha quebrado. Así, un hombre que tiene un hijo, no deja de sentirse padre hasta que se entera de que el niño ha sido atropellado y está ya muerto. De ese modo, el hombre vive no los acontecimientos del mundo exterior, sino el reflejo de éstos en su propia conciencia.”

En 1994 por fin se conseguía desvelar un enigma en torno al que giraban un sinfín de habladurías, bulos infundados o sospechas aproximativas. Se trataba de la autoría de Novela con cocaína firmada, en un principio, por un tal M. Agueiev.

Publicada por vez primera en 1936, la novela había sido previamente enviada a una revista parisina controlada por emigrantes rusos, Cifras, y ésta la fue distribuyendo en pequeñas entregas hasta su compilación definitiva. El éxito de la novela se fue acentuando con el paso del tiempo no sólo por su calidad literaria, sino por la añadidura del misterio que rodeaba a la figura de M. Agueiev. Las hipótesis se fueron sucediendo desde las más esperpénticas hasta las más imaginativas llegando al punto de atribuir de forma más o menos consensuada su autoría al también ruso Nabokov. Con el desmentido taxativo de la esposa de éste, la situación volvía a su punto de inicio. La rumorología entraba de nuevo en escena, pero la falta de datos llevó al desinterés generalizado por hallar el auténtico autor de la obra. Finalmente, en 1994 el exhaustivo estudio documental de archivos de la época conseguía afirmar con un mínimo margen de error que el auténtico creador era Marko Levi. El nombre, desgraciadamente para algunos, abortó la morbosidad inherente a este tipo de incógnitas y produjo una ligera decepción: no se conocía ninguna otra obra del autor, que había muerto en 1973, tras una vida a caballo entre Rusia, Alemania y Turquía. El dato biográfico más destacado de Levi es que fue deportado de Turquía a la URSS en relación a un intento de atentado contra el embajador alemán en Turquía.

Incógnitas literarias al margen, la novela aborda de forma autobiográfica la vida de un joven de instituto en la Rusia prerrevolucionaria dividida en cuatro partes a modo de evolución vital del mismo. Desde su vida de instituto hasta su enamoramiento, su caída en el aislamiento y el oscurantismo de la drogadicción anfetamínica y una última etapa a modo de epílogo con una serie de pensamientos caóticos y entrecruzados. A pesar de lo convulso de la época, y concretamente en su país, la realidad histórica es a penas un marco espacial en el que sitúa Agueiev la novela pero en el que no incide excesivamente sobre los acontecimientos. Si por algo destaca la obra es por la visión crítica con la que el joven desgrana su entorno, de una forma descarnada, donde mezcla el escarnio con los juicios valorativos más sinceros pero también más duros. Con una frialdad que en ocasiones resulta incómoda para el lector por lo directo y, en ocasiones, moralmente reprobable de las aseveraciones, la obra se asemeja en algunos de sus pasajes a la pluma del gran Marcel Proust.

Considerada una de las grandes obras rusas del siglo XX, Novela con cocaína aborda el tema de la droga y la drogadicción en un momento histórico donde éste comienza a ser un tabú moralista y generalizado. Es difícil encontrar libros que hablen de una forma tan directa sobre un tema de tal controversia en la época, de ahí la valentía de abordarlo (o la cobardía de ampararse bajo un pseudónimo, según como se quiera ver). Para otra ocasión quedarán los análisis de otros antiguos clásicos centrados en el mundo de los estupefacientes como Confesiones de un ingles comedor de Opio (1821) de Thomas de Quincey o La Lechuza Ciega (1936) del iraní Sadeq Hedayat.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Descubrí esta novela por casualidad entre los libros de mi casa y fué de esos libros que leí rapido y disfruté mucho. El principal es de esos personajes con fallas en su moralidad, que se dan cuenta de ello y que parecen no tener mas remedio que seguir su naturaleza. Es además un retrato de un lugar, una época y un clima interesante ya que ignorante yo no había leído algo ruso....

Dani Docampo dijo...

Estupenda novela, de una instrospección difícil e incómoda. Obra maestra de la literatura rusa a la altura de genios como Goncharov, Bulgakov, Dostoyevski, Gógol (del que, en varias ocasiones, hace elogio) y Tolstói. El capítulo del desdoblamiento en su relación con Sonia es antológico. Y el final con trampa del capítulo VI de "Pensamientos" deja una desazón terrible. Lo único malo es que en ocasiones da la sensación que falla la traducción.

Federico Fernández Giordano dijo...

Sí, es una pena que el autor de esta reseña no nos deleite más a menudo con casos semejantes de literatura alucinógena, de la que estoy seguro es buen conocedor...