martes, 19 de febrero de 2008

Exit Book nº 8


Como cada año por estas fechas, ha salido a la calle el nuevo número de Exit Book, que vuelve a presentarse como revista semestral tras sus inicios en forma de anuario, manteniendo por tanto el mismo precio (15 euros) y misma extensión que en su anterior tirada (sobre 150 págs). Lo que sí se mantiene intacto como el primer día es la altísima calidad y nivel de sus contenidos y artículos, todos ellos de un rigor y agudeza dignos de encomio. No en vano, Exist Book es una revista especializada que se dedica a analizar y reseñar las novedades en libros de arte, aunque también se la conozca por sus tiradas temáticas, más asequibles aunque también menos suculentas que este formato semestral que como siempre viene atiborrado de textos sesudos y extensos.


Como ya es costumbre, la editora Rosa Olivares abre el volumen con sus interesantes opiniones, en esta ocasión con una voz de alarma ante la creciente caducidad y mediocridad de la cultura entre los actuales medios de difusión. Dos entrevistas: la de la analista del arte Mieke Bal (catedrática de Teoría de la Literatura en la Universidad de Ámsterdam y directora fundadora de ASCA [Amsterdam School for Cultural Análisis], cuya “amplia obra […] se ha acercado a los objetos culturales a través de una perspectiva transdisciplinar en la que se dan la mano la teoría literaria, la semiótica, el feminismo, la historia del arte, los estudios culturales o la teoría postcolonial. Esta entrevista –escribe Miguel Á. Hernández-Navarro— se centra en su transición a través de las disciplinas y en su interés en la cultura visual, la figura del espectador y su experiencia ante las imágenes”); y la del escritor Gerardo Mosquera (“autor de numerosos libros, ensayos histórico-críticos y escritos de teoría del arte, fundador de la Bienal de La Habana, curador del New Museum of Contemporary Art de Nueva York y consejero de la Rijksakademie van Beeldene Kunsten de Ámsterdam”, cuya reciente obra, Copiar el Edén. Arte reciente en Chile, “analiza las producciones artísticas contemporáneas del país transandino”, y que asimismo esgrime un dinámico análisis en torno al marco sociocultural en América latina).


El elenco de articulistas que componen este octavo número de Exit Book (Fernando Castro Flórez, Rocío de la Villa, Patxi Lanceros, Antonio Weinritchter, Antón Patiño, Alberto Sánchez Balmisa, Glòria Picazo, Celia Díez, Santiago García Navarro, Eugenio Cano, Laura Bravo, Felipe Hernández Cava, Guillaume Désangres, Pedro A. Cruz Sánchez, Castro Flórez, Francisco Javier San Martín, Andrea Giunta, Pablo Llorca, Claudia Laudanno, Manuel García, Anna Maria Guasch, Ana Martínez Collado, Martí Peran, Néstor García Canclini, José Luis Brea, Rafael Jackson, Amparo Lozano, Martín Prada, Ángel Kalenberg, Laura Baigorri, Chus Tudelilla, José Luis Pérez Pont, David Pérez y Seve Penelas) no es menos estimulante y como es habitual cada uno de ellos ofrece una excepcional capacidad para el análisis cultural, artístico, literario, etc. Entre los libros reseñados cabe destacar El asalto a la nevera. Reflexiones sobre la cultura del siglo XX de Peter Wollen; el libro II de las Obras completas de Walter Benjamin; Bajo el signo de Saturno de Susan Sontag; Historia de la fealdad de Umberto Eco; El canto de las sirenas. Argumentos musicales de Eugenio Trías; La leyenda del artista de Ernst Kris y Otto Kurz; The exiles of Marcel Duchamp de T. J. Demos; Beckett. El infatigable deseo, de Alain Baidou; Gestas y opiniones del doctor Faustroll, Patafísico, de Alfred Jarry; Fellini. La vida y las obras, de Tullio Kezich, así como las conversaciones con el mismo cineasta de Constanzo Constantini; De la ruptura al “cul de sac”. Arte en la 2ª mitad del siglo XX, de Thomas McEvelley; …dontstopdontstopdontstopdontstop (sí, así es el título) de Hans-Ulrich Obrist; un artículo especial dedicado al recientemente fallecido Jean Baudrillard; Cultura Ram de José Luis Brea; Cibercultura. La cultura de la sociedad digital, de Pierre Lévy; y un largo etcétera donde no se quedan en el tintero casi ninguno de los usos artísticos y/o tecnológicos contemporáneos, desde la arquitectura hasta la fotografía, el land art y el arte medioambiental, el minimalismo, el arte conceptual, urbanismo, tratados sobre paisaje, videojuegos, crítica social, museos…


Si tenemos en cuenta que la mayoría de nosotros no seríamos capaces de invertir el tiempo y dinero (sobre todo dinero) suficientes para comprar y asimilar todos estos libros, la tarea de análisis realizada por Exit Book y publicaciones similares se desvela merecedora de nuestros mejores elogios. Pese a ello, y como por desgracia cabría pensar, una revista como Exit Book no la encontrará el lector en un quiosco cualquiera, sino que es entre las librerías especializadas donde deberá buscar a fin de hacerse con tan enjundioso compendio de textos. Y así es como, tras el ruido y la furia de una sociedad que progresivamente se sume en el lodo del espectáculo y la noticia fácil, tras la necedad y la estulticia galopantes con que los medios de comunicación sabotean y embotan nuestra capacidad de raciocinio, mientras la cultura mediática avanza hacia un sumidero ético y estético sin fondo, de esta manera, pues, todas esas publicaciones, webs o blogs culturales a día de hoy prosiguen la terca pero necesaria tarea de conocer a fondo los mecanismos del hombre y su mundo.

"El libro de Lucrecio", por Ángel J. Pereira


En el año 97 a. C. nace el poeta Tito Lucrecio Caro, el cual, después, trastornado por un bebedizo amatorio, tras haber compuesto a lo largo de los intervalos de la insania algunos libros, que después Cicerón enmendó, se mató por su propia mano en el año 44 de su edad.”

Con esta parquedad descriptiva llegan hasta nuestros días, gracias a una traducción de San Jerónimo, las Crónicas de Eusebio, una de las pocas reseñas biográficas que se conservan del desdichado poeta romano Lucrecio. A pesar de su simpleza, esta referencia nos vale para situar a Lucrecio en una época romana de enorme convulsión (s. I a. C.): resquebrajamiento civil de la República por las contiendas entre Mario y Sila hasta la muerte de Clodio y las posteriores con César, los albores del comienzo del totalitarismo imperial y la consiguiente caída irrefrenable de los valores democráticos republicanos. Una época oscura, violenta y abigarrada la que toca a Lucrecio vivir (y quizá sufrir) y que éste burla para llevar a buen término una de las obras fundamentales de la Antigüedad: De Rerum Natura, quizá la única obra de fe en la razón y la ciencia que nos ha llegado de aquel período. Una obra que es prácticamente única en su especie, pues no existía demasiada tradición latina en la épica didáctica, y mucho menos existía la voluntad lucreciana de crear un tratado científico sobre la base sistemática de un hilo argumental lógico-deductivo que abarcase toda la realidad, es decir, la voluntad de crear un tratado cerrado con aspiración a la totalidad.

Gracias a esta obra podemos deducir que es Lucrecio un gran deudor de la filosofía de Epicuro (considerados sus seguidores sectarios en aquella época) y se especula, sin pruebas fidedignas, que el propio poeta haya viajado a Grecia para cultivarse en el estudio de la filosofía helénica (algo bastante típico entre los patricios romanos) con Zenón, que era quien dirigía la escuela por aquellas fechas. Poco más podemos sonsacar de tan misterioso personaje, lo que quizá lleve a alguno a plantearse la contradictoria pregunta: ¿cómo es posible que uno de los principales arquitectos de la Ciencia antigua permanezca durante siglos en un inexplicable silencio y bajo el manto, prácticamente, del anonimato?

Cualquiera que se atreva a asomarse a la poética científica de Tito Lucrecio encontrará entre sus páginas la respuesta a la lógica de esa duda razonable: no son las enseñanzas de Lucrecio concesivas con la Verdad única transmitida por los filósofos, eruditos y políticos romanos. Más al contrario, está en la voluntad didáctica del poeta latino el levantar el velo de la ignorancia de las masas, busca cortar esa tupida red que interesadamente tejieron los grandes poderes fácticos de la sociedad romana para gobernar a sus huestes bajo el yugo del miedo y la superstición. De esta forma, Lucrecio se desmarca radicalmente, siguiendo la rama negacionista epicúrea, de la ciencia convencional o aristotélica, consensuada hasta entonces por aquellos que tenían en su poder las herramientas del conocimiento. Así se atreve a negar el dualismo del alma platónica (“Ni el árbol en el aire, ni las nubes en el profundo mar, existir pueden (…) tiene lugar cierto cada ser donde crezca y donde exista: no puede el alma así nacer aislada (…) Afirmaremos que no pueden nacer y durar fuera”) y su inmortalidad (“…de cualquier modo el alma puede perecer: no se han cerrado las puertas de la muerte para el alma”), a evitar el pánico mortal a la muerte (“La muerte nada es, ni nos importa, pues es de mortal naturaleza”) y afirmar que es fruto de la ignorancia; a rebelarse contra las deidades y su divina providencia (“Fingen ser ellos obras de los dioses y producción divina todo esto: muy engañados van en su sistema (…) con la vista al cielo comprobarte y con otros fenómenos que el mundo no ha sido por los dioses fabricado pues es tan deficiente e imperfecto”), a explicar la formación del mundo sobre la base de la conjunción de pequeñas partículas denominadas “átomos” (“la extremidad de un átomo es un punto tan pequeño, que escapa a los sentidos, debe sin duda carecer de partes; él es el más pequeño de los cuerpos”) e incluso a criticar la religión y sus crímenes, a través de una analogía de la mitología griega en la que se sacrifica a Ifigenia por una guerra religiosa, para terminar con una alegoría desgraciadamente actual: “¡Tanta maldad persuade el fanatismo!”. En los seis libros de los que consta la magna obra, Tito Lucrecio se encarga de disipar temores nacidos de la ignominiosa superstición, así como tratar de aproximarse al origen de los cuerpos y nuestras sociedades o explicar fenómenos como los rayos, los días y las noches, la agricultura, la música o el lenguaje, todo ello atribuido antiguamente a la voluntad arbitraria de los dioses paganos.

Expuesto a grosso modo el hilo argumental de la épica lucreciana, obtendrá el avispado lector la respuesta a la duda que enunciábamos en líneas anteriores. Lucrecio, como tantos otros infatigables luchadores contra la insidia de su tiempo, permaneció recluido en el rincón de la Historia reservado al silencio; el rincón donde se alojan las verdades incómodas que se anticipan a la evolución del pensamiento en que les toca vivir. Es Tito Lucrecio un hombre solitario, pensador incansable y demente en sus últimos días, el perfecto vocero para anticiparnos el “infierno existencial” sobre el mítico “supraterrenal”: el dolor, la aflicción, el desamparo y el desarraigo no hay que buscarlo atravesando el río Aquerón, sino en las relaciones humanas, en las guerras, en la mentira, en la traición. En sus propias palabras: “Es aquí, en este mundo, donde la vida de los necios se convierte en un verdadero infierno”.