martes, 23 de octubre de 2007

El azar de la literatura



“En ocasiones se dice que un poeta ‘no ha tenido suerte’. Nada más enunciada, sin embargo, dicha frase muestra su carácter contradictorio. En efecto, ¿qué significa ‘tener suerte’? y, sobre todo, ¿qué tiene que ver la historia literaria con la suerte? El azar que hace que una obra o un personaje encuentren una aceptación o un eco social o cultural en el momento y lugar apropiados para su éxito es un azar poco ‘azaroso’. El entramado de discursos, intereses y poderes que constituyen lo que conocemos como 'literatura' deja poco espacio para el azar. Como mucho, permite la circulación de aquellas formas de escritura que no pongan en cuestión los fundamentos mismos que permiten existir dicho entramado como institución. Las denomina ‘marginales’ o de cualquier otra forma similar, y busca incluirlas como disfunción en el interior de un territorio que ofrece como ‘naturaleza’ lo que nunca fue otra cosa que construcción cultural. Lo que no es recuperable desde alguna perspectiva para el mantenimiento de dichos fundamentos, queda fuera de circulación o, en el mejor de los casos, transita como excrecencia de la ‘imagen’ social del escritor, no como escritura.”

Jenaro Talens, prefacio a Un agujero llamado Nevermore, 1992.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Enteógenos


Es constatable, a la par que sorprendente, el uso y abuso de drogas o psicofármacos a lo largo de todas las civilizaciones y pueblos del mundo, desde los selvorícolas adoradores del yajé a los estilizados urbanitas consumidores de éxtasis. Pese a que la finalidad entre unos y otros puede parecer distante, y pese a la consabida “falta de espiritualidad” que al parecer sufrimos en Occidente, las razones fundamentales que mueven al hombre en busca de alteradores de la conciencia generalmente son las mismas: eludir la racionalidad, vencer el laberinto de la lógica, trascender la causalidad y el transcurso irrefrenable del tiempo...

Ante las llamas del oráculo (que solía ir aderezado con emanaciones volcánicas de efectos alucinantes y grandes ingestas de vino u opio) las pitias eran partícipes del conocimiento de los dioses, no de la lux rationalis que para los escolásticos era la clave del mundo y para los nominalistas el instrumento que limita la comprensión del mismo, sino de una luz irracional.

La utilización de sustancias psicotrópicas como medio de acceder a un estado de comprensión elevado viene de antiguo, desde la cultura veda con su cuerpo ritualístico en torno al soma (cuyos ingredientes no están claros hoy en día; para Wasson se trataría de una variedad de amanita muscaria; otros citan el cáñamo...); los indígenas americanos y su arraigada tradición del chaman; el éxtasi dionisíaco de los griegos; así como entre los primeros musulmanes era frecuente el uso de ciertas pastillas rellenas de opio denominadas mash Allah (“presente de Dios”. Según el historiador J. F. M. Noël, los derviches “tienen la habilidad de eximirse de la ley que prohíbe el uso del vino y llegan frecuentemente a tomar una gran cantidad de opio”). Hiparco, Galeno y Alberto Magno compilaron multitud de recetas a base de “plantas mágicas”. Y hasta existe una teoría que atribuye el mito bíblico del Árbol del Conocimiento al poder visionario de ciertos cereales y plantas (Antonio Escohotado, Historia de las drogas, vol. I).

Este tipo de “rituales” conmocionan en cierto modo nuestros métodos racionales. No en vano la capacidad otrora todopoderosa del racionalismo occidental se ha visto seriamente mermada, a raíz de una larga línea que se extiende desde el nominalismo medieval, pasando por el escepticismo científico hasta las modernas teorías lógicas (la matemática moderna, con sus nuevos conceptos de función, variable o cualidad tiene asimismo mucho que decir sobre nuestra tradicional confianza en el conocimiento como ente estático y mesurable). La controvertida imagen del conocimiento humano como figura inaprensible es la que salvaguarda los métodos experimentales con fármacos, y, curiosamente, los pueblos habituados a este tipo de prácticas dan en expresiones verbales similares a las de nuestros lógicos, con sus paradojas y sentidos autorreferenciales... Tanto en unos como en otros, la comprensión termina volviéndose intuitiva. “Si se limpiaran las puertas de la percepción todo se mostraría al hombre tal como es: infinito”, decía William Blake. Y cualquiera que haya experimentado con psicofármacos sabe que la cualidad de esa comprensión está fuera de todo análisis racional. “La locura enviada del cielo es superior a la cordura creada por el hombre” (Platón; Fedro).

Enteógeno, “contenedor del dios”, “facilitador del dios”, “que hace ver el dios”, es una palabra derivada del azteca teonanáctl, “carne del dios”, que significa también “hongo”, y hay en ella la misma efusión occidental por encontrar a Dios. Los rituales de Eleusis o los Vedanta comparten una parecida aspiración, y de ahí que la embriaguez fuese en ellos un atributo que los dioses hacen al hombre para dotarlo momentáneamente de su clarividencia. En la visión alucinógena cristaliza la percepción imposible de un número irracional de cosas, en contraposición a lo mesurable y limitado por la razón. En Occidente ha habido numerosos autores, literatos y pensadores atraídos por la cualidad visionaria de los psicofármacos, y no han sido pocos los apuntes de claridad entretejidos por el delirio en la maraña del pensamiento. Thomas de Quincey, Gérard de Nerval, Baudelaire, el conde de Lautreâmont, Sigmund Freud, William Burroughs, Robert Sabbag y un largo etcétera nos dejaron excepcionales testimonios de los mundos alucinados de la psique. No obstante, es fácil caer en el error de interpretar el visionarismo alucinógeno como una suerte de misticismo científico, caso de autores de la talla de Aldous Huxley o Huston Smith. Si bien estos hijos de la caverna se proponen investigar el conocimiento, lo mandan a paseo desde el momento en que pierden de vista los signos y el lenguaje, el cual ya es bastante místico por sí solo, como afirmaba Wittgenstein. El círculo perfecto no es la cumbre de la geometría, sino su negación. Si los antiguos vedas utilizaban enteógenos para lograr la comprensión del mundo, seguramente los vedas posteriores optaron por la meditación para olvidarse del mundo.


Finalmente, lo que nuestros sentidos perciben en la ingesta de enteógenos podría explicarse como una embriaguez de las neuronas y sus conectores, reducible a fenómenos químicos. Sin embargo, lo que acontece a la conciencia sobria es también un caldo de fenómenos químicos, por lo que concederemos a los lectores elegir entre la realidad que más les guste, acaso ésta sea, al fin y al cabo, otra cuestión estética.

domingo, 7 de octubre de 2007

"Benjamín Péret: poética en acción", por Antonio Buday


Benjamín Péret (1899-1959) fue uno de los más importantes poetas surrealistas y, al mismo tiempo, uno de los más inmerecidamente relegados. Su obra poética es casi desconocida para el gran público. De vez en cuando, encontramos alguien que lo reivindica. Sartre, entre los pocos, llegó a afirmar que fue el más alto representante del surrealismo. Pero también fue uno de los fundadores del movimiento Dadá, escribió diversos libros de poemas y cuentos --Le passager du transatlantique, Le grand jeu, Le déshonneur des poétes, etc--colaboró con autores de la talla de Octavio Paz y André Breton, fue editor del periódico La revolution Surréaliste, prisionero político, se inició en los ritos tribales del Brasil, y, llevado por sus inclinaciones políticas, combatió en la Guerra de los Balcanes y la Guerra Civil Española.

En el cementerio parisiense de Batignolles, el peregrino puede encontrarse con una lápida, donde está inscrito el siguiente epitafio: “Je ne mange pas de ce pain-la.” Es la tumba de Benjamín Péret.

“Yo no comí de ese pan.” Una vida entera concentrada en una frase. Una provocativa invitación a ingresar al universo del poeta, del activista político y del hombre íntegro. Una insinuante ventana, como aquellos espejos que imaginara Lewis Carroll para Alicia, cuyo traspaso nos traslada a otras capas de la realidad de no menor jerarquía que aquello que se reputa ordinariamente como realidad. Benjamín Péret instigaba al lector a un abordaje de la realidad con los instrumentos de la fantasía, la sátira, el absurdo y la lógica.

En el juego de los sueños, abundantemente cultivado por los surrealistas, Péret sobresalía por su ductilidad para soñar y dejar en flotación libre al inconsciente. Esa destreza le permitió llegar a ser un maestro de la escritura automática.

Intervenía en la poesía indagando en los significados de las palabras anquilosadas por el uso o la costumbre; buscaba abrirle paso a nuevas asociaciones, pugnando por romper el corsé de la rutina que enmascara un proceso de separación o de extrañamiento del hombre de la naturaleza y su propia esencia. El reencuentro del hombre con su propia naturaleza; la conquista de una existencia plena y armónica son requerimientos que el arte expresa y que toda sociedad fundada en la explotación le niega. Por eso, para Péret, “el poeta no está para mantener con el prójimo una ilusoria esperanza humana o celestial, ni para desarmar a los espíritus insuflándoles una confianza sin límites en un padre o en un jefe contra el cual toda crítica deviene sacrilegio. Por el contrario, le corresponde pronunciar palabras siempre sacrílegas y blasfemias permanentes”. Esa búsqueda de armonía que lleva implícita toda genuina obra de arte, coloca al artista en medio de una revuelta permanente contra esa realidad avara y mezquina.

En esa línea de análisis critica el nacionalismo y patrioterismo de Louis Aragón y Paul Eluard. Durante la segunda guerra, el renacimiento del oscurantismo religioso corona la consolidación de la reacción y el retroceso de la cultura. Dios y el cristianismo vuelven por sus fueros, flanqueados por sus “sacarinas cívicas”: la patria y el jefe. Esta resurrección del mito religioso y sus inevitables sustitutos terrenales, sin otro modo de imponerse que la coacción, son un resultado de la guerra y la confusión de los espíritus. En esta situación, la elaboración intelectual, en la medida que no le oponga resistencia, engendrará un producto reaccionario. Si el poeta se abandona a la corriente, el resultado de su poesía, sea de exaltación o político, sea apolítico o de glorificación religiosa, su resultado será inevitablemente regresivo. Si el artista se deja llevar por estos mitos, su producto será conservador porque esos mitos mueren con la sociedad que agoniza; no tienen perspectivas de desarrollo. Así, la poesía de propaganda es “un afrodisíaco de viejo” porque pretende vigorizar un mito que se extingue. Para estimar la dimensión de la caída de Aragón y Eluard, Péret establece una comparación entre los místicos o heréticos de la Edad Media y los sacerdotes. Los místicos y los heréticos eran parte de un movimiento de exaltación colectiva que ellos expresaban en sus palabras; los heréticos, en particular, por cuestionar las bases del mito religioso se colocaban en un puesto de oposición a la sociedad en que vivían y, al hacerlo, cumplían un papel revolucionario; en cambio, el cura no fue más que un parásito con relación a los creadores del mito y la divinidad.

“El poeta debe tomar conciencia de su naturaleza y de su lugar en el mundo.” Los poderes sociales, los celestiales y los ideológicos oprimen al hombre como “dioses paralizantes” y lo recluyen a un estado de sumisión. El poeta debe ser un batallador permanente contra toda clase de servidumbre; no debe ser la pitonisa de celestiales o terrenas deidades sino un combatiente que lucha contra toda forma de dominación, contra la opresión del hombre por el hombre y la del pensamiento por los dogmas religiosos, filosóficos o sociales. Considerado así, el poeta es un revolucionario que debe combatir en dos terrenos: el de la poesía con sus métodos propios y el de la acción social sin confundir nunca la naturaleza de uno y de otro.
Antonio Buday

lunes, 1 de octubre de 2007

Un pintor salvaje


Roberto Fernández Giordano viene conmocionando a sus admiradores desde edad temprana con sus personales pinturas al óleo. Cursó estudios de Bellas Artes en la histórica Escuela Llotja de Barcelona, y su pincel ha sido siempre de una personalidad inquietante y descarnada, bebiendo directamente del surrealismo y el cómic. Dalí, Magritte, H.R. Giger, Richard Corben o Simon Bisley son algunos de los nombres que vienen a la mente al contemplar sus óleos, recargados de fantasía y de una perturbadora visión onírica que nos introduce de lleno en el excéntrico universo particular de su autor. RFG logra todo esto mediante uno de los estilos más arriesgados de la actualidad: una contundente pintura figurativa, en abierta oposición a las tendencias abstractas y decorativas que monopolizan el mercado y que de un tiempo a esta parte parecen invadir los edificios de oficinas y consultas del dentista. RFG ha sido siempre un outsider al que nada le importan las etiquetas, y por ello manifiesta un profundo desprecio hacia la palabrería y el discurso hiperanabolizado como sustento de las artes gráficas. En sus lienzos, de un intenso vigor poético, la belleza y la fealdad se abrazan estallando ante nuestros ojos en colores imposibles y paisajes que no tienen fin, imágenes que por una vez no idiotizan ni aletargan al espectador, transportándolo a una experiencia de pura fuerza pictórica.
Desgraciadamente, hace algunos años RFG decidió apartarse de los ruedos artísticos, galerías y exposiciones, en un ejercicio de auto renovación que lo ha llevado a concentrar sus esfuerzos en la preparación de nuevas obras, por lo que a día de hoy no es posible encontrar sus lienzos expuestos fuera del taller de tatuajes que desde hace una década lleva a su cargo en Castelldefels.

Desde aquí queremos animar a otros creadores a que nos envíen sus trabajos (sean de pintura, fotografía, video-art, diseño o cualquier otra forma de expresión) y así poder exhibirlos en la sección de "Saturnales" de manera absolutamente desinteresada, pues es nuestro deseo dar lugar a toda clase de colaboraciones o experimentaciones artísticas afines a la consigna del "arte por el arte". Para enviar vuestros trabajos podéis dirigiros a saturnalia.blog@gmail.com
Atme,
la redacción.