jueves, 20 de septiembre de 2007

Farsa y endogamia en los concursos de ensayo


Aunque en ocasiones cueste creerlo, en verdad existe una clase de personas que alguna vez han sentido el impulso discursivo de lo metafísico, que se han topado con el requisito de una verdad necesaria en la claridad de un pensamiento, o transitado los rigores de la interrogación filosófica con el fin de despejar las brumas de lo azaroso y lo enigmático que rigen nuestro mundo. Todas esas almas erráticas, que por ventura han aspirado a elevar sus reflexiones entre las alturas áridas del pensamiento impreso, suelen llegar tarde o temprano a la necesidad de darse a conocer, de dejar testimonio de sus ideas y apreciaciones en la tumultuosa arena de los libros. Afortunadamente, en nuestro país contamos con diversos mecanismos, entidades, certámenes y concursos concebidos para tender un cable a todos esos pensadores que no han logrado hacerse un hueco en el panorama de las editoriales… ¿O no es así?...

Lo cierto es que, tras una embarazosa experiencia acaecida a quien escribe estas líneas, no podría afirmar esto con certeza. He de aclarar que yo mismo he trasegado durante años con los llamados “concursos de ensayo” que ponen a disposición del ciudadano las diversas entidades culturales de nuestro país, encontrándome en ocasiones con contrasentidos y paradojas que, lejos de todo pronóstico, cuestionan seriamente las pretensiones democráticas de dichos concursos. Para ilustrar mejor el caso del que quiero hablarles, pasaré a transcribir un interesante, por cuanto que revelador “diálogo” que tuve ocasión de intercambiar vía e-mail con una de las entidades más reconocidas en el ámbito de los concursos de ensayo. La identidad de dicho organismo, que aquí llamaremos F****, tuvo la bondad de colgar las bases de su concurso como es habitual en su página oficial en Internet. Unas bases a las que, movido por las ansias de publicación comunes a todo pseudofilósofo que da sus primeros y desencantados pasos en el mundillo de los concursos, quise aspirar en su día creyéndome valedor de unas ideas propias y que pudieran aportar alguna contribución al pensamiento. He aquí sin más preámbulos la transcripción de mi breve intercambio de pareceres con los señores del F****:


6/06/2006 Estimados señores de F****:

"Me dirijo a ustedes al respecto de la convocatoria al Premio Internacional de Ensayo E****** de T*******.
Tras leer las bases, existe un punto que enturbia esta apasionante iniciativa, en concreto el requisito de presentar una carta de presentación en la que un investigador de reconocido prestigio, o bien un miembro de número de academias españolas o latinoamericanas, realice una valoración de la obra.
Este punto llama la atención, no precisamente por el acierto o desacierto de una exigencia de este tipo, sino por un simple hecho matemático, a saber: que el número de investigadores de reconocido prestigio y miembros de número de academias españolas o latinoamericanas, es un número necesariamente limitado, por no decir escaso. Asimismo, la cantidad de autores de ensayo que dichos señores pudieran conocer, dentro de su ámbito personal y/o profesional, ha de ser igualmente un número no muy elevado en relación a la cantidad de autores de ensayo potenciales en lengua española.
De lo que se sigue que la cantidad de autores de ensayo facultados para optar al premio habrá de ser igualmente reducida, lo cual mueve a pensar en un cierto elitismo que excluiría de entrada la participación de la gran mayoría de autores que no conoce a un investigador de reconocido prestigio, miembro de número de academias, etc... caso que por otro lado iría en contra de las pretensiones humanistas y desinteresadas que un organismo como el F**** sin duda representa.
Esta cláusula cercena injustamente las posibilidades de acceso que yo y aquellos que no tengan la suerte de conocer a un investigador de reconocido prestigio, miembro de número de academias, etc, pudieran tener al concurso y contribuir de ese modo a la loable tarea de la investigación científica, en especial en un tipo de certámenes en los que se abandera la capacidad humana de discernimiento y reflexión más allá de las barreras sociales.
Por todo ello les pido tengan la amabilidad de corregir o aclarar este punto, como espero y es mi deseo sea sólo un malentendido por mi parte."

Como cabía esperar, no recibí respuesta alguna a mi respetuosa y atinada misiva a los señores del F****, por lo que me decidí a plantear el asunto de forma más directa:

2/08/2006. "¿Es posible presentar un trabajo que cumpla todos los requisitos expuestos en las bases del Premio de ensayo E****** de T*******, a excepción de la carta-recomendación de un investigador de reconocido prestigio? Si no es así, ¿cabría en su lugar la recomendación de un profesor de filosofía?"

En esta ocasión, sí llegó una sucinta por cuanto que lapidaria respuesta:

3/08/2006. "Todos los requisitos deben ser cumplidos. Sí cabría la recomendación de un profesor de filosofía, siempre cuando éste fuera un investigador de reconocido prestigio.
Atentamente, F**** ."

Semejante respuesta deja a las claras un hecho que ya se hacía evidente en las bases del concurso, a saber: que, lejos de fomentar un concurso imparcial y equitativo hacia los participantes facultados en la labor de investigación, lo que promueven es un amiguismo endogámico y a las claras carente de escrúpulos, hecho que lesiona gravemente la imagen del F**** y el Premio E****** de T******* ante todas las personas de juicio recto que quedan en este país. En defensa de los lectores y miembros del jurado del F****, se aducirá que una cláusula de este tipo sirve como filtro para descartar de entrada todos aquellos trabajos que no cumplieran los requisitos necesarios de rigurosidad, pero, me digo, no es tan difícil adivinar si un texto discursivo merece atención o simplemente es la obra de un principiante, acaso con la lectura de dos o tres páginas debería bastar, más aún si tenemos en cuenta que dichos lectores y miembros del jurado cobran por hacer su trabajo. Tal cosa sería preferible, así como menos inmoral, al hecho de plantear unas bases tan abiertamente condicionantes y discriminatorias como las de este "concurso".

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