martes, 22 de diciembre de 2009

Keep It Hid: Dan Auerbach


Termina el año 2009, y con él una de las etapas más oscuras y olvidables que he tenido la desgracia de vivir. Terminan los años, terminan las estaciones, terminan todas las cosas que en esta vida son dignas de recuerdo, y no es sino por obra de los hipócritas, los desalmados, los engañosos, como esas cosas se tornan dignas de nuestro olvido. Mientras la sinrazón y la injusticia supremas encuentran su particular Olimpo en un festín abominable de nesciencia y traición, los que aún estamos capacitados para sentir algo más allá de nuestro ombligo no tenemos otro remedio, quizá, que consolarnos con esas pocas cosas que logran expresar algo auténtico, algo perdurable y verdadero, por más que los mencionados desalmados se empeñen en enseñarnos que no hay nada verdadero. Sabemos que están equivocados. Sirva como muestra de ello el disco que aquí presentamos, si bien uno de los mejores acontecimientos musicales de 2009, sin duda también es para mí uno de los más reseñables de la década.

Dan Auerbach saltó a la palestra hace relativamente poco, con el lanzamiento en 2002 del primer disco de su banda matriz, The Black Keys (el disco se llamaba The Big Come Up), una de las bandas que han puesto patas arriba la música blues gracias a un estilo que huye de los parámetros perfeccionistas de dicho género y que combina elementos del rock-garaje, la actitud del post-punk y el fervor por los clásicos de un iconoclasta. Auerbach y su compinche, el batería Patrick Carney, formaron con TBK un dúo de garage-blues que ya sentaba las bases musicales del propio Auerbach, cuya obra en solitario no parece alejarse, en lo esencial, de la de su grupo. No obstante, la evolución de Auerbach durante estos años ha ido distanciándose de los orígenes ortodoxos de los primeros discos de la banda, para desarrollar ya en solitario este fabuloso Keep It Hid (2009), disco nacido de una serie de temas compuestos por Auerbach durante las grabaciones de su último trabajo con TBK, Attack & Release (2008). Sin embargo, con esta presentación "en solitario" y tras reunir una banda totalmente nueva para la ocasión, Keep It Hid ha terminado por ampliar con creces la obra que le dio origen.

Sin perder de vista la concepción del blues primitiva a la vez que innovadora de sus TBK, en Keep It Hid Auerbach da rienda suelta a la semilla plantada, como decimos, en Attack & Release, pero abordando ya sin ningún tipo de freno todo un amplio espectro de sonoridades y recursos que sin duda hacen de él un renovador de los métodos tradicionales de grabación, así como de instrumentaciones y técnicas caídas en desuso. Y es que el bueno de Auerbach es insigne por ser un purista de lo viejo, tecnológicamente hablando, pues sólo utiliza tecnología de baja fidelidad (lo-fi) así como equipos analógicos para sus grabaciones, por lo que en su día TBK ya fueron comparados con The White Stripes y su particular forma de entender el blues.


En esta ocasión, Auerbach viene acompañado por una caterva de músicos (todos ellos provenientes del grupo Hacienda) que logran arropar sus composiciones de un modo decididamente distinto, aunque conservando toda la pureza y el espíritu que impregna sus creaciones anteriores con TBK. Para empezar, encontramos una sección de percusión que jalona casi todos los cortes de un modo respetuoso, en su sitio y sin tomar excesivo protagonismo, así como todo tipo de sorprendentes sonoridades nacidas de la afición del propio Auerbach por el órgano, teclados y otros efectos analógicos como el sintetizador-moog, todo lo cual confiere a Keep It Hid uno de sus atributos más notables. Asimismo, en este disco Auerbach firma algunas composiciones como co-autor junto a otros personajes como su tío James Quine, Marc Neill, Jessica Lea Mayfield (co-productora del disco), un tal Charles Auerbach (¿hermano de Dan?), así como una versión tomada del legendario compositor en la sombra Wayne Carson Thompson, autor de canciones popularizadas por gente como Elvis Presley, Joe Cocker y un largo etcétera.

El corte que abre el disco a modo de intro, "Trouble Weights a Ton", es una especie de balada muy a lo country (en la línea de "All You Ever Wanted" de Attack & Release), de claro regusto sureño, cuya delicada melancolía parece poner ante nuestros ojos una llanura crepuscular en compañía de hobos.

Y tras este inicio que parecería presagiar una obra tediosamente clásica, de repente se abre ante nosotros un universo inesperado de sonoridades extrañas, atmósferas oníricas y dinámicas fluctuantes, con la irrupción de "I Want Some More". Entran a destajo las guitarras wah-wah, el sintetizador, el órgano, la marcha de timbales, y por supuesto la voz saturada de Auerbach con su efecto característico al micro, y tenemos la impresión de que una banda de gitanos electrificados se ha colado en nuestro mundo cotidiano copado de trucos digitales. El tema progresa como un desgarro sonoro, mantenido por una rítmica tribal y coros de delirio ultramundano. Un digno lance de modernización, a través de métodos que se creían (equivocadamente) agotados desde principios de los 80, a partir de este tema compuesto por el mencionado Wayne C. Thompson.

Le sigue uno de los hits del disco, "Heartbroken, In Disrepair", pieza hipnótica que desde los primeros segundos logra apoderarse de tu atención. Una estimulante rítmica de guitarra rotatoria y saturada de eco, que parece retroalimentarse a sí misma, da lugar a un tema hecho para caminar por el desierto, con fuzz-bass y coros espirituales, tan sencillo como brillante en la progresión de sus acordes. Un conjunto que sostiene a la perfección la memorable narración de Auerbach, cuyo trabajo vocal ha sido comparado una vez más con el mismísimo Robert Johnson.

Tras el pasaje ambiental de "Because I Should", el disco da paso a una de sus composiciones más entrañables: "Whispered Words (Pretty Lies)", una balada añeja, ejecutada con sobriedad y sencillez en formato dúo. Aquí vemos al Auerbach más melancólico, en una de sus ya acostumbradas narraciones de desamor, maravillosa en este caso, y en las que se diría pugna una y otra vez por ajustar las cuentas con sus fantasmas personales. Inesperadamente, el tema se arranca en una recta final abrupta y mucho más alegre, que bien podían haber firmado los primeros Beatles.

En "Real Desire", otro tema reposado, se introducen sin ningún tipo de complejo samplers electrónicos de batería, órganos de procedencia varia o efectos moog, para dar color a una balada extraordinaria. De nuevo profusión de sonidos ambientales, atmósferas que oscilan entre lo moderno y lo tradicional, pero sobre todo una composición que está a la altura de los años dorados de la música americana.
Un bello arpegio de guitarra acústica da comienzo a "When the Night Comes", una de las canciones más oníricas de Auerbach, con un toque a lo cuento-de-hadas-truncado gracias a esos ligeros matices disonantes del órgano que entran a enturbiar, casi de manera imperceptible, una atmósfera cuidadosamente elaborada y etérea, que te transporta sin paliativos al lugar preciso que su autor ha elegido para la ocasión. Canción que se diría nacida de un sueño, o hecha para soñar.

La rítmica más animosa de "Mean Monsoon", así como su melodía vocal, contienen un fondo a lo latin-blues que salta a los oídos con un aire exótico. Puntuado por la guitarra sulfúrea de Auerbach, una sección de percusión discreta pero eficiente, así como un estribillo profético, todo ello obra en favor de una tonada que se diría hemos escuchado un millón de veces, pero que resulta muy poco convencional en su conjunto.

Con "The Prowl" entramos en uno de los cortes más rudos del disco, que remite a las sonoridades ásperas del garage-blues al que Auerbach y sus TBK nos tenían acostumbrados. Realmente de una gran excelencia el riff conductor del tema, así como la línea de voz, pero sobre todo la manera en que Auerbach y sus compinches parecen juguetear con los tonos y estructuras del blues. Todo ello sin pretensiones, sin alardes de ninguna clase; y es que una de las cosas que hace grande Keep It Hid es que ninguna de sus piezas es en realidad un super-hit de esos que te sacan a desgarrarte las vestiduras a las primeras de cambio; no, el poder mercúrico de Dan Auerbach y sus Fast Five (nombre que reciben sus nuevos compañeros de aventura musical) interfiere en el lugar de las emociones de un modo sutil, sin armar estruendo o barullo, pero alcanzando definitivamente una parte importante de esas emociones.

En este disco Auerbach parece haber asumido el cargo no sólo de guitarra y voz, sino también del bajo y la batería en algunos cortes, así como de los mencionados efectos sonoros, y éste es el caso del tema que da título al disco. "Keep It Hid" tiene uno de esos comienzos que te dejan sentado a la silla. Personalmente me recuerda a ciertas cadencias ensayadas por Portishead en su disco homónimo, cadencias que caminan lenta pero inexorablemente, con predominancia de una base rítmica hecha con cuatro cañas (bombo, caja, bajo y percusión), pero de remarcable expresividad. Pese a ello, se trata de blues en estado puro lo que Auerbach nos cuenta en una narración maliciosa, de nuevo rota y saturada.
Y con esto llegamos a una de las gemas preciosas del disco: "My Last Mistake". Tras escuchar este tema, se diría que los mismísimos Creedence Clearwater Revival han bajado de los cielos. Canción luminosa, de evidente lírica pero también rockera, en la que Auerbach nos deja unos felices fraseos de guitarra para el recuerdo.

"When I Left the Room" prosigue en la línea de bases rítmicas caminantes y reposadas, bajo una línea de voz quebrada por el desasosiego, ornado de timbres folclóricos, banjo, timbales tribales, solos de guitarra que fluyen como una sangría a través de paisajes trascendentes... Un festín de lírica, de recuerdos que atormentan, de amargos sabores sublimados, cristalizados en canciones que destilan pura magia.

A continuación "Street Walkin'", sin duda otro de los "hits" del disco. Canción de poder mesmerizante, con un riff de guitarra rabioso, en la mejor tradición rockera de los 70. La línea vocal es absolutamente cautivadora; todo el tema parece conspirar para transportarte sin condiciones a ese "paseo callejero" a la luz de la luna del que Auerbach habla, o narra, cual poeta urbano.

Y por fin el tema que cierra el disco: "Goin' Home" es una de esas canciones que figurarían en la banda sonora de tu vida. Imposible no identificarse con esas frases que remarcan el inexorable destino solitario de hombres y mujeres a la deriva, en la noche, en la ciudad, en cualquier parte. Acompañado de un delicado rasgueteo de mandolina y guitarras acústicas, Auerbach nos brinda un último canto a la melancolía, de nuevo con un aire campestre o de canción de cuna, destilando una belleza tan grande como sencilla.

Keep It Hid es una obra extraordinaria. Una obra maestra. Una obra encumbrable. Una obra que, tras la primera escucha, parece estar hecha de la verdadera materia del alma. Pero sobre todo el talento casi recién nacido de un genio en potencia que ha dado sus primeros y bien que madurados pasos. Más allá de la mixtura entre modernidad y tradición, en este disco que se diría infinito se encuentra la yuxtaposición de dos mundos antagónicos, el día y la noche, los sueños y algo parecido a la amarga realidad. Por su sencillez, por su honestidad, por su espíritu, por su capacidad de sintetizar la música tradicional en un discurso nuevo y genuino, por cualquiera de estas razones y muchas otras, Keep It Hid y su autor Dan Auerbach son ya un clásico moderno.