miércoles, 19 de septiembre de 2007

"Gram Parsons: trovador en el desierto", por Ángel J. Pereira



Tal día como hoy, un 19 de septiembre de 1973, moría a sus 26 años uno de los grandes genios e innovadores de la música tradicional americana, de una mortal combinación de alcohol y morfina en un destartalado motel cercano al Parque Nacional de Joshua Tree (California). Se trataba, ni más ni menos, que de Gram Parsons.

Parsons pasó rápidamente de precoz y revolucionario músico a leyenda nacional. La suya fue una vida con una fugacidad típica de estrella de rock: convulsionada, llena de excesos y contradicciones a partes iguales, con unos antecedentes familiares terriblemente turbulentos y con un ansia compositiva y musical desmedida. Era un artista capaz de mezclar en un mismo disco la versión del lírico tema carcelario de Merle Haggard “Life in Prison” con la mojigatería del proselitista “The Christian Life”, de ligar la psicodelia y la apertura intelectual que supuso la década de los 60 a una música teóricamente “reaccionaria” como es el country, así como añadirle a este ‘inmovilista’ estilo muchos elementos del rock’n’roll, siendo uno de los pioneros dentro del llamado country-rock. Artista a contracorriente, habló en sus canciones de perdedores, soledad, noches agonizantes en alcohol, espiritualismo religioso o la inexorabilidad de la muerte, en una época en la que su generación intentaba revoluciones mundiales y hablaba de amor y paz universal.

Dos años después del suicidio de su padre, Parsons comienza a flirtear con el rock’n’roll en una banda que se dedicaba a versionar conocidos temas de Elvis Presley para poco después entrar en otro pequeño grupo llamado The Legends. Tras estos tímidos pasos en el mundo musical, y una vez finalizado el instituto, decide entrar en la Universidad de Harvard para estudiar Teología. Poco durarían esos místicos ímpetus, pues es allí donde entra en íntima relación con el folk americano, un idilio que duraría hasta el final de sus días. Tras la muerte de su madre en 1965 por una larga adicción al alcohol, Parsons reúne a una serie de músicos de la costa Este interesados como él por los aires musicales del Sur y forman la primera banda realmente relevante de su vida: la International Submarine Band. Con ellos graba Safe at Home, un disco que alternaba las versiones de clásicos del género como Johnny Cash o Merle Haggard con maravillas compositivas de Gram Parsons como “Luxury Liner” o “Do You Know How It Feels to be Lonesome”. Disco con un regusto añejo y tradicional, eminentemente acústico y con una presencia muy destacada de la steel-guitar a lo largo de todo el compacto. Rescatado del olvido por una reedición en 1983, el disco fue un rotundo fracaso comercial. Sin embargo, antes de que se editase, Parsons desertaría (como acostumbraría a hacer en el futuro) para entrar en un nuevo grupo.

Impresionado por su talento, Chris Hillman, miembro de los Byrds, invitó a Parsons a participar en la grabación de su nuevo disco ante la escapada de David Crosby. Los Byrds estaban liderados por Roger McGuinn, que imprimía un aire eminentemente psicodélico a unos temas con marcadas texturas folk-rock, pero la entrada de Parsons supuso un giro radical en una banda con una ya notable presencia en la escena americana. La persuasión del guitarrista supuso una orientación redirigida hacia el country clásico y las temáticas típicas del estilo. Finalmente el disco se llamó Sweet Heart of the Rodeo y contaba, además de con temas del propio Parsons, con versiones de Dylan, el recurrente Merle Haggard o Woody Guthrie. Su voz fue eliminada debido a problemas legales y regrabada por McGuinn. El producto que vio la luz fue un excelente disco grabado en la capital del country, Nashville, y donde la presencia de banjos, mandolinas y steel-guitar ofrecían un sonido con sabor tradicional y unas miradas constantes hacia atrás. Una vez más recurría a la retrospectiva en claro contraste con sus coetáneos, que por aquel año ansiaban dar un salto hacia delante en la historia a través de los sucesos de Mayo del 68.

Y es que 1968 sería un año crucial en la vida de Gram Parsons. Es en ese mismo año cuando rechaza incorporarse a la gira de los Byrds por Sudáfrica tras su oposición a las deleznables leyes “apartheid” de aquel país. Este hecho supuso el detonante definitivo para que diese por finalizada su relación con el grupo y se lanzase a un nuevo proyecto acompañado por el inseparable Chris Hillman: los Flying Burrito Brothers. Es también el año en que conoce a una de las figuras más canallas de la historia del rock y que más público ha hecho su idilio con las drogas: Keith Richards. De la simbiótica relación y la confrontación de ideas entre Parsons y la dupla Jagger/Richards surgió una de las épocas doradas de los Stones, la conformada por los compactos Let it Bleed, Sticky Fingers y Exile on Main Street, y el mejor álbum de los Flying Burrito Bros.: The Gilded Palace of Sin. Richards quedó impresionado con el estilo tradicional americano, por lo que las referencias al género se hicieron constantes en sus tres obras maestras en forma de LP’s, temas como “Wild Horses”, “Sweet Virginia”, “Dead Flowers” o “Honky Tonk Women” son muestras claras de las nuevas influencias stonianas. En un principio se rumoreó, y posteriormente los propios Stones desmintieron que este tema lo hubiese compuesto Gram Parsons. Cierto o no, lo innegable es que participó en los arreglos del tema que fue single en Reino Unido y EEUU en 1969 y su posterior versión, “Country Honk”, para el disco Let it Bleed. Por su parte, Parsons logra con los Flying Burrito Bros. la perfecta fusión entre el country y el rock melódico, con aderezos de jazz y R&B a la vieja usanza. Quizás sea ésta obra el paradigma del talento de Parsons con cortes como “Juanita”, “Sin City” o “Dark Ends of the Street”. A la larga, el disco se convertiría en uno de los más influyentes sobre el posterior country ‘alternativo’ (en artistas como Alan Jackson, Randy Travis, Steve Earle o Dwight Yoakam), adentrándose en unos terrenos que ya habían sido inspirados anteriormente por otro renovador: Buck Owens.

Lo desmedida y frenética que se hace su vida entra en una drástica contraposición con su carrera musical. A su conocida afición por la bebida se sumarán otro tipo de sustancias como la heroína, la morfina o el LSD. Entregado a la contemplación evasiva y al desenfreno alcohólico, el siguiente disco de los Flying Burrito (Burrito Deluxe) es más prescindible por el creciente desinterés de Parsons en la composición con Hillman, clave del anterior disco. El disco no deja de ser un álbum correcto por la aportación de nuevos y destacados músicos como Leadon (de los futuros Eagles) o Michael Clark de los Byrds, pero sin el magnetismo y la inspiración de su primer trabajo. Destaca el tema de cierre del disco, “Wild Horses”, cedido por los propios Rolling Stones. El disco supuso un nuevo bache comercial, lo que acabó por desencantar a Parsons que abandonaría el grupo. Los Burritos continuaron con un par de LP’s pero sin ninguna trascendencia en el mercado.

A mediados de 1972, un Parsons irreversiblemente adicto a las drogas y aquejado de un grave alcoholismo consigue un contrato en Los Ángeles para grabar un nuevo disco acompañado de una chica por aquel entonces desconocida, Emmylou Harris, que haría los coros de su proyecto en solitario; pocos apostaban que consiguiese siquiera editarse. Sin embargo, cuando en 1973 aparece GP, el genial compositor de Florida sorprende a propios y extraños. Rodeado por músicos de la banda de acompañamiento de Elvis Presley, como el imprescindible James Burton, o gente de Manassas o los Dillards, Parsons factura una obra imprescindible integrada por composiciones propias y ajenas. El álbum se convierte en una explosión de country-western, con letras que parecen sacar a relucir todos sus viejos fantasmas y aflicciones personales: el adulterio, el alcoholismo paterno o los amores perdidos. Su voz se vuelve quebradiza en algunos pasajes, casi como un destello de una vida desgarrada que pretendía exorcizar a través de su nueva etapa musical.

Junto a su banda de acompañamiento, los Fallen Angels, Parsons comienza a girar por Norteamérica pero, por desgracia, apenas quedan grabaciones sonoras de la época que lo atestigüen salvo un directo de 1973. Para su último y póstumo álbum, Parsons utilizará de nuevo al dúo Burton-Harris, esta última con una presencia cada vez más destacable. El conjunto es prácticamente el mismo, cambiando sólo la base rítmica de batería y bajo. El resultado es, probablemente, el álbum de mayor equilibrio musical y emocional de Parsons, a caballo entre el country y el pop-rock melódico, con dúos vocales entre Gram y Emmylou, baladas de corte exquisito como “Hearts on Fire” o “Love Hurts” y letras que reiteran las temáticas de sus anteriores trabajos. Cierra la obra “In My Hour of Darkness”, que parece prevenir sobre la dramática muerte de su intérprete.

Antes de que se edite el disco y comience la gira, Parsons retoma sus viajes en los que transitaba bajo la tutela del LSD por el desierto de Joshua Tree pretendiendo avistar OVNIS y adentrándose en alucinógenos viajes astrales. Esa excursión fue la que firmó su epitafio vital: dos días antes de partir moría fruto de los excesos, una vida errática y viajes a ninguna parte con los que siempre pretendió evadir sus tormentos.

Ya convertido en mito, su leyenda se incrementó cuando su cuerpo, que iba a ser transportado a Louisiana para ser enterrado, desaparece en el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles. Algunos dicen que el robo se debió a la promesa de su manager, Phil Kaufman, de cumplir su última voluntad: ser incinerado y esparcir sus cenizas por el desierto de Joshua Tree.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Precioso homenaje.

PLdG