miércoles, 29 de agosto de 2007

Un homenaje tardío



A poco más de un año y medio del cierre de la revista Lateral, algunos todavía recordamos los estimulantes ratos que dicha publicación nos hizo pasar, y no pasa un día sin que roguemos por la vuelta de sus creadores, como la madre que con nostalgia contempla el retrato de un hijo muerto en una guerra incomprensible. La historia de Lateral encierra el paradigma de una muerte cultural anunciada, y tal vez no está de más traer su caso de nuevo a la palestra, para tratar de dilucidar algo de ese espectro complejo y esquivo que llamamos periodismo cultural, así como su repercusión y su manera de interactuar en el organismo sociocultural. ¿Qué elementos hacen a un objeto de consumo?... ¿En qué medida los aparatos culturales están sujetos a la crítica, al uso, la tradición o la costumbre?... ¿Cómo reaccionan unos a los impulsos y necesidades de los otros?... Lejos de responder a estas relativas cuestiones, el caso de Lateral es uno más entre la infinidad de interrogantes que de dichas cuestiones se derivan, y que, nos guste o no, vienen a componer el espinoso entramado de nuestra cultura.

Durante doce años, Lateral imprimió sin concesiones los más sesudos análisis y opiniones sobre literatura, arte y pensamiento. Lo cierto es que, dado el inexistente eco mediático que una publicación de semejante sesgo suele encontrar entre las estanterías y cabezas de nuestro país, éste es un hecho que debía pasar inadvertido a excepción de los pocos hombres bondadosos que conocían de su existencia. De nada sirvió que en años ulteriores Lateral mejorase su formato, incluyese páginas a color, añadiese secciones de música, cine y cómic (como presuntos temas accesibles a un público no muy elitista en esto de la cultura), tiras humorísticas, que publicitase certámenes y concursos para todos los gustos, que se ocupase de temas y autores de candente actualidad, o que reenfocase ligeramente sus miras para llegar a un público más diverso. Sin escapar de la categoría de revista densa, que lo era con creces, cuyos contenidos generalmente no podían (ni querían) aspirar al reconocimiento popular, Lateral no era sin embargo una revista excluyente o que crease un marco de reflexión alejado de la realidad, pero no cabe duda de que éstos son temas difícilmente mesurables y aún menos transmisibles a una masa de lectores despreocupados, insensibles al transcurso del arte y la cultura como los que cada mañana inundan los quioscos en busca de gacetas deportivas o de las últimas novedades en el circo televisado. Y es que, por más que nos opongamos a la “especialización” de la cultura y tratemos de mostrar su rostro más cotidiano, por más que detestemos el elitismo sustraído del mundo y clamemos porque el objeto de nuestros esfuerzos más arduos y delicados no caigan en saco roto, nada de todo esto logra cristalizar en un fin preciso y que en última instancia (reconozcámoslo) es un fin quimérico.

Casos como éste reabren el debate sobre la sutil línea invisible que desgraciadamente escinde la cultura de masas de la cultura de altos vuelos. Es obvio que una publicación de este tipo jamás daría “el salto” para convertirse en objeto de consumo rápido, lo cual, si bien explica la constante mengua de publicaciones culturales al extremo de ser invisibles o cerrar sus editoriales por déficit de demanda, de ningún modo la justifica. Como si se tratase de una máquina by-pass en línea continua, la clausura de Lateral señaló en su día la dramática defunción del interés cultural que aqueja a una sociedad, la nuestra, demasiado afianzada en los fastos de la trivialidad y el entretenimiento.
Para acabar, Lateral dedicó su último número (publicado solamente en Internet) a la figura del literato japonés Yukio Mishima, lo cual no deja de ser monstruosamente metafórico de un suicidio cultual como es el suyo. El chapucero sappuru llevado a cabo por Mishima y su grupo de pupilos en 1968, donde éste se practicó el hara-kiri antes de ser decapitado por uno de sus ayudantes, pertenece sin duda al imaginario más épico e histriónico de nuestra memoria histórica reciente. El suicidio de Lateral fue más discreto y silencioso, como exigen la racionalidad y templanza occidentales, pero esto no quita que su pérdida signifique una llamada de atención a un mundo oscuro y sumido en la incomprensión como es el de la cultura.

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