
El “economista” Steven D. Levitt, coadyuvado por el escritor y articulista del New York Times Magazine Stephen J. Dubner, publicó hará cosa de dos años un libro que llama la atención por su sensatez y brillante razonamiento sobre temas tan importantes y arduos como la influencia de la criminalidad en la economía mundial, la ley del aborto o la legalidad de armas de fuego en Estados Unidos. Este libro, cuyo nombre significa algo así como “economía de lo raro”, pone en práctica un extraño método casuístico basado en factores tan poco equitativos entre los seres humanos como son la lucidez y una aguda percepción de los hechos, para lo cual es necesario desprenderse de cualquier apego hacia las explicaciones señaladas por la generalidad o que gozan de mayor crédito entre la opinión pública. De este modo, Levitt logra dilucidar, en la conjunción inesperada de fenómenos inverosímiles o aparentemente inconexos, el origen de muchos problemas de la actualidad que por regla general pasan por alto la siempre obtusa mirada del sentido común así como los intereses particulares de multinacionales y partidos políticos que no dudan en manipular estas causas en favor de su índice de votos.
La descripción de sistemas causales complejos, de modo que estos mecanismos puedan ser
comprendidos por el lector medio habituado a la prensa divulgativa, es un tema difícil cuya tarea exige un privilegiado don de observación, así como una clara disposición del lenguaje y los ejemplos tratados para el caso. Levitt y Dubner poseen estas raras cualidades. La clave de su originalidad radica en el distanciamiento de las explicaciones tradicionales o sistemáticas, para recabar en las muchas y caóticas circunstancias que son el fundamento real de la mayoría de fenómenos complejos, tales como la economía y las causas del crecimiento demográfico. A partir de un análisis supuestamente económico (pero que trasciende sus límites para convertirse en filosófico), Levitt bucea en la organización interna de esos fenómenos hasta sugerir en el lector la imagen de una suerte de cosmogonía del caos.

Los autores de Freakonomics se jactan de no poseer “un tema central claro”, ni un plan retórico estructurado, pero es precisamente esta falta de metodología lo que hace su libro más convincente a la hora de mostrar los auténticos orígenes de hechos cuya explicación a través de sistemas racionales más convencionales resulta abstrusa y falsa. El capítulo 5 (“¿Qué hace perfecto a un padre?”) es una viva muestra de este esquema.


"Hemos evolucionado con una tendencia a vincular la causalidad con las cosas tangibles, no con algún fenómeno distante o complicado. Creemos sobre todo en las causas cercanas: una serpiente muerde a un amigo nuestro, éste chilla de dolor y muere. La mordedura de serpiente, concluimos, ha matado a nuestro amigo. La mayor parte del tiempo, semejante parecer resulta correcto. Pero en lo que se refiere a causa y efecto, una idea tan incuestionable a menudo tiene trampa. Ahora sonreímos cuando pensamos en culturas antiguas que abrazaban causas equivocadas; los guerreros que creían, por ejemplo, que lo que les proporcionaba la victoria en el campo de batalla era la violación de una virgen. Pero nosotros también abrazamos causas equivocadas, por lo general ante la insistencia de un experto que proclama una verdad por la que tiene un interés personal." (Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner; Freakonomics; 4.)

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