martes, 28 de agosto de 2007

Ambrose Bierce



"Adiós; y si oyes por ahí que me han puesto frente a un
paredón mexicano y me han hecho trizas a balazos, quiero que
sepas que veo con buenos ojos abandonar esta vida de esa manera.
Es mejor que morir de viejo, por enfermedad o caerse por las
escaleras del sótano. Ser un gringo en México,
¡ay, eso sí que es eutanasia!"

Berta Clark Pope; The letters of Ambrose Bierce, Nueva York, Gordian Press, 1967 (San Francisco, 1922), pág. 194.

De esta suerte el señor Bierce comunicaba su despedida a su sobrina Lora, en una carta fechada el 1 de octubre de 1914. Eran los días de la revolución mexicana, que llevaría al derrocamiento del feudalismo porfirista y a la independencia de México de la mano de los insurgentes villistas. Ni un vikingo hubiera expresado mejor su legendaria aversión a la vejez y la muerte deshonrosa, a la que los pobladores escandinavos se referían con desprecio como “muerte de paja”. Aunque es cierto que semejante colofón a una vida ya plagada de audacias dotaría a la figura del escritor ohiense de un cariz lindante con lo mitológico, ello no puede añadir más mérito a la calidad excepcional de Bierce como escritor, y el que en su país fuera conocido como “la pluma más temible de la costa Oeste” no se debe a otro hecho que al de su refinada prosa y acerado cinismo.

Bierce pertenece de lleno a la nueva cultura finisecular norteamericana de finales del XIX y principios del XX, que parte del racionalismo escéptico anglosajón y bebe de los grandes autores cínicos en habla inglesa (Jonathan Swift, Thomas DeQuincey, etc), como harían en mayor o menor grado Nathaniel Hawthorne, Mark Twain o Jack London. Más tarde, autores como Bruce Jay Friedman o Tom Wolfe ejemplificarían el “nuevo cinismo americano", lejos de la influencia neorrealista de autores como William Faulkner o Truman Capote.

Aunque con frecuencia se ha llamado al estilo de Bierce “naturalismo”, su capacidad creativa abarca en verdad muchas otras ramas, desde, en efecto, el cuento naturalista, hasta el género fantástico (con su brillante aparición en Los mitos de Cthulu: “Un habitante de Carcosa”), pasando por la fábula o la sátira periodística. La figura de Bierce rehuye toda analogía o parentesco con sus contemporáneos, ya sea por el talento espinoso a la par que elegante de sus opiniones, como por la maestría narrativa con que éste se combina en sus relatos. Según Bierce, el ingenio es “un puñal que se clava, pide perdón, y luego se retuerce en la herida”, en contraposición a lo que él llama “humor americano”, incapacitado a su modo de ver para el verdadero ingenio. 
No se sabe que cultivara la novela, aparte de una transcripción titulada “El monje y la hija del verdugo”, pero en sus numerosos compendios de cuentos y opiniones queda clara constancia de su personalidad intensa, de sus recursos y evocaciones de gran viveza, en narraciones memorables como “El puente sobre el río del Búho”, en la que se concibe la inusual impresión de que la acción transcurre sola, sin la mediación subjetiva del narrador. El club de los parricidas, tal vez su obra más perturbadora, es un libro cáustico capaz de herir y sacudir no sólo a la moral puritana que era su principal objetivo, sino también a la de cualquier persona dotada de sensibilidad. Y es que parece que Bierce se propusiese terminar con todos y con todo en este libro, logrando ese raro logro de los artistas consumados que es remover, de manera contundente aunque de exquisita y precisa ironía semejante a la de un bisturí bien afilado, cada uno de los niveles y coloraciones de la ética. En su Diccionario del Diablo Bierce continuó su labor de demolición de una sociedad marcada por la hipocresía, entre sucintas e hilarantes definiciones que logran arrancar al lector carcajadas de regocijo cósmico. A pesar de esto, la obra de Bierce se diferencia de la de otros autores cáusticos y a menudo lindantes con lo irreverente, ya que en él todas esas ideas gamberras o intencionadamente malignas se expresan a través de un preciso dominio del lenguaje, en ese estado álgido de literatura, parecido a una “prosa-poética”, que fue el signo de un tiempo y una forma de escribir irrepetibles.

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