El otro día fue el día de los santos inocentes, y yo me acuerdo de los dos vendedores anti-extasiados que
protagonizan la última película de Roy Andersson, Una paloma se posó en
una rama a reflexionar sobre la existencia. Es posible acordarse también
de Buster Keaton, el actor anti-extasiado por excelencia, pero a mí me apetece
hablar de estos dos. Con sus artilugios de pega que nadie quiere, que a nadie
divierten, con esos rostros lívidos sobrecargados de maquillaje, como en una versión enrarecida de los fastos del viejo cine
mudo, con su mirada cansada, su agotamiento infinito arrastrándose de un lugar
para otro, buscando una comprensión en el otro que nunca llega. Con todo eso,
se me hacen dos de los personajes más emocionantes de 2015, si es que se los puede
llamar personajes. Por alguna razón se aferran a sus maletines llenos de
banalidades, cachivaches, objetos de un divertimento añorado y vetusto,
pertenecientes a una época pasada cuando todo eran frivolidades y todo parecía
posible, sí, aquella época cuando nos reíamos de los males del mundo con una
risa torcida que parecía poder atravesarlo todo; era aquélla una risa
enloquecida, una risa ebria de puro éxito, que muy pronto se iba a parecer a un
rictus petrificado. Una risa congelada, la de esos dos y la nuestra, tras el
fin de la fiesta. Una risa que difícilmente podría reírse de nada más que de sí
misma. Es en esa risa autorreferencial, si se quiere esquizoide, que te
devuelve la imagen de un ser absolutamente extraño, un ser absolutamente
efímero o lleno de patetismo... es en esa risa, digo, la que ríe de sí mismo,
que encuentra en el sí mismo una alteridad intratable y una superficialidad
prodigiosa, es en esa no-risa, al fin, donde nacen los mejores personajes
cómicos (y por lo que me gustan tanto las películas de Andersson, en las que
nadie ríe nunca). En definitiva, pienso que nos reímos siempre por una misma y
única razón, y es que: en realidad es muy risible esto de no tener nada de qué
reírse.
miércoles, 30 de diciembre de 2015
Santos inocentes
Etiquetas:
FANTASCOPIO,
Roy Andersson,
Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia
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