Siempre he pensado que la suite "When
Yuppies Go to Hell" (en realidad una semi-improvisación en directo)
contiene algunas de las claves para comprender el mundo en el que vivimos. A
ratos tiene ese aire de las improvisaciones jazzísticas de la época de The Grand Wazoo, pero
mayormente es una especie de pesadilla, en la que la sátira y algo más
inquietante (indefinible) se mezclan. Es una revisión del Infierno de Dante, me dijo alguien. Y yo
estoy de acuerdo. Creo que cuando los yuppies (los
ejecutivos de hoy) van al infierno se pasan llamando a la puerta durante un par
de días hasta que los echan por no creer en el Diablo. "I don't believe in
hell", dice la voz de Bobby
Martin, apostasiando del americanismo republicano. Hacia el minuto 8:25 me
parece discernir una melodía de Ravel o de Bizet,
no podría asegurarlo. Todo se deconstruye rápidamente en un delirio controlado
hasta desembocar en una sección orquestal con el Synclavier, un chisme
endemoniado en las manos de Zappa.
La grandiosa Viena parece derrumbarse en un instante de oscuridad grumosa,
mientras los sonidos de cisterna, gruñidos y ladridos nos reintroducen en una
dimensión escatológica de la que, a fuerza de vanidad, nos habíamos enajenado,
recordándonos que nuestro auténtico lugar está ahí, junto a las letrinas de la
Historia. Es el reino del caos. Pero otros lo llaman Europa.
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