Uno
de los rasgos de la música de Zappa que más aprecio, nunca
me cansaré de repetirlo, es la infinidad de variaciones, nuevas versiones y
arreglos que cada uno de sus temas, suites, piezas, solos de guitarra, letras y lo que
fuere, iban adquiriendo con el tiempo. Zappa desmontaba el concepto de “versión original” con la misma disposición que los músicos de jazz tienen para partir de un lejano estándar a
modo de “guía”, y de ahí ir desenrollando interminables evoluciones. De hecho,
la historia de Zappa se podría seguir por la historia de algunas de sus
variaciones. Una de mis favoritas, nadie lo ignora, ha sido siempre “The
Torture Never Stops” --pieza que incluso llegué a tocar una vez en directo (completamente
“blueseada” eso sí), en un malogrado concierto acústico.
Siguiendo la evolución de la
“Tortura”, seguramente uno de los temas más hipnóticos y fascinantes de Zappa,
y cuyo inventario a lo largo de continuas giras, conciertos y cambios
de formato sería por supuesto inabarcable, vamos a visitar la totalidad de
versiones publicadas hasta la fecha: 6 de ellas aparecidas en vida del maestro
(de 1976 a 1991), y otras 4 editadas póstumamente en los últimos años. Ahora
bien: en vez de hacer el recorrido cronológico, nos detendremos en las versiones más conocidas (las 6 primeras) y haremos al final un breve apunte sobre las 4 versiones póstumas, dado que, a pesar de que no carecen de interés, las primeras son sin duda las que más nos han
marcado.
Aunque fue lanzado en el disco de estudio Zoot Allures (1976), el grueso conceptual y
lírico del tema provenía de una improvisación de 1975 con el Capitán Beefheart, durante
la gira que daría lugar a otro de los grandes discos míticos de Zappa, Bongo Fury (publicado sólo unos días
antes que Zoot Allures, en octubre de 1976).
Bongo Fury, que muchos recordarán por
la inacabable “Muffin Man” que cierra la cara B y por las memorables
apariciones de Beefheart, era un disco que lograba destilar y contener lo más
sórdido y decadente de la América profunda del Medio Oeste (las partes en directo de Bongo Fury fueron grabadas en Austin, Texas), con ese aura oscura
y enfermiza, que se diría salida de una película de David Lynch. Pues bien, la
versión original de la Tortura conserva ese mismo ambiente: hay que escuchar
esa narración de Beefheart, probablemente una de las mejores de su historia.
Beefheart, no lo olvidemos, era deudor directo del estilo de Howlin Wolf a la
voz, y así esta llegada al mundo de la Tortura vino envuelta en un tempo de
blues circular y maníaco, cuyo final en fade-out hace
presentir una duración todavía mayor que sus 9 minutos con 19 segundos. ¡Qué
momentos de divina locura debían de vivirse en aquellos conciertos! El riff que
conduce todo el tema, según se ha dicho, parece una variación de “Smokestack
Lightnin”, y corre a cargo de Dan Walley que también ejecuta el solo central de guitarra.
Estamos ante un tema completamente
diferente del que luego se conocería, y que en el momento de su tardía
publicación (en un primer momento, en el recopilatorio Cheap Thrills de 1988, y después en la caja azul de los famosos You
Can’t Do That on Stage Anymore, vol. 4) fue una auténtica sorpresa para los aficionados, que hasta entonces sólo habíamos
escuchado la Tortura tal como fue concebida para Zoot Allures y
las posteriores interpretaciones en directo, que aquí
comentaremos.
La versión “original” de Zoot Allures (que ya decimos que no es original) fue grabada en mitad de periodos convulsos, entre demandas y litigios con la Warner Bros., y con la desbandada de algunos músicos de la orquesta. En este atípico trabajo, Zappa se metería en el estudio a grabar prácticamente solo con el batería Terry Bozzio, a quien ya conocíamos de la gira de Bongo Fury, y con el añadido de coros y arreglos posteriores.
[2] La
versión de estudio de “The Torture Never Stops”; en Zoot Allures (1976).
La Tortura de Zoot Allures es uno de los relatos más sombríos de su larga discografía. Llaman la atención enseguida esas sonoridades amplias, esas cuerdas sobrias y apenas sin electrificar, el Tiempo reposado, dilatado ad aeternum, y que, aunque mantiene la larga duración (9’ 48’’), sólo conserva de aquella jam con Beefheart la magnífica letra. Un relato que nos habla de mazmorras malolientes, de paredes que sudan moho verde, de instrumentos de tortura (cómo no), de la Noche de la Salchicha de Hierro (imaginen para qué), de un enano maligno que escurre la sangre con una fregona (objeto fetiche de Zappa), de Él y Ella como sujetos alienados en el confinamiento y la demencia, de un Príncipe del Mal que maldice a toda la humanidad…
Hay algo profundamente ominoso en
esta versión de estudio, y confieso que tardé tiempo en llegar a valorarla en
su justa medida, pues siempre me resultaron incómodos esos gemidos y gritos (de
una mujer sin identificar) en el pasaje central del solo, en mi opinión un poquito salidos de quicio, y cuya
experiencia anti-musical sólo podría equipararse a aquel llanto de bebé en “The
Kids” de Lou Reed. Sin embargo, una vez superada esta anomalía, el resto del
tema se revela absolutamente indispensable. Los delicados arreglos al teclado -interpretados por el propio Zappa que en esta sesión toca todos los instrumentos a excepción de la batería- confieren a la atmósfera un extraño estado de ingravidez. Hipnótico y cautivador como pocos, el nuevo corte aporta esa melodía genial que abre el tema, y que en el correr de los años, con las distintas reelaboraciones, llegaría a sonar como un auténtico anuncio del Apocalipsis.
La versión en directo de Zappa In
New York, editada en 1977, pero extraída de una serie de conciertos de 1976
(los famosos conciertos de Halloween y Navidades, que con el tiempo se
convertirían en tradición neoyorquina), empuja el tema ya decididamente hacia otros planos
de intensidad. Viene arropado por fin con una gran orquesta, aunque ésta
apenas se hace notar; cabe mencionar la inclusión de vientos y flauta, que
aportan un aire sosegado al principio. El tema se enriquece con cada nueva
interpretación, y los arreglos en este corte en vivo son más propios de una
orquesta sinfónica (con los mencionados vientos, pero también sutiles
percusiones y timbales). El solo de guitarra, magnífico, comienza limpio pero
termina por convertirse en un fantástico ejercicio de distorsión, siempre
magistralmente atado por Terry Bozzio, que tal vez haya sido el batería que
mejor “acompañaba” los solos de Zappa (es decir, a diferencia de otros más
virtuosos como Chad Wackerman o Vinnie Colaiuta, limitándose a “acompañar” y no
“solear” durante los solos). La tortura avanza majestuosa, cruel e inexorable, hacia
nuevos estados de complejidad... Y ésa es una de las virtudes que más aprecio de la pieza: la Tortura plantea un continuum implacable, un tiempo absoluto que se diría que araña un espacio trascendental escondido, una catacumba de dolor y depravación allí donde debería haber un lugar destinado a la existencia.
La versión de You Can’t Do That On
Stage Anymore (vol. 1) suele pasar por la preferida de los fans. Sin
duda allí se concretan de un modo óptimo los sutiles mimbres que
el tema alojaba en su núcleo, ya desde sus inicios; los gritos y gemidos de
mujer son sampleados en directo, esta vez con mucho más tiento, y el aparejo de
instrumentos, reducido pero eficiente, con la novedad de los sintetizadores,
aporta en esta ocasión el punto perfecto en el que todas las piezas encajan armoniosamente, con el tempo justo, ya ligeramente más “swingueado” que en las
versiones aparecidas con anterioridad. Además, esta versión es
remarcable por su extraordinario solo de guitarra, de casi 8 minutos de
duración, en un total de 15’ con 48’’.
Ésa fue una de las giras de 1977 con
Adrian Belew, junto a Terry Bozzio y Patrick O’Hearn, Tommy Mars y Ed Mann, un combo pequeño, si tenemos en cuenta las nutridas orquestas de Zappa, pero no por
ello menos excelente.
La de Thing Fish (1984), cantada por Ike Willis y rebautizada para la ocasión como "The Torchum Never Stops", es tal vez la versión menos espectacular, pero esto es así porque Thing
Fish no era un disco propiamente musical, sino el acompañamiento de
una obra de teatro, en una revisión satírica de las obras de Broadway. A lo largo
de su monstruosa actividad creativa, Zappa había proyectado diversos libretos o
guiones para televisión, cine y teatro, como es el caso de Thing Fish,
aunque no llegó a dar con el entusiasmo de los financieros, y las pocas obras
audiovisuales que sí pudo realizar tuvo que autoproducirlas. ¿Tal vez por ello
se decidiría a grabar este triple LP con la música de Thing Fish? La obra torpedeaba sin remisión la censura y la moral puritana de Estados Unidos, y venía con este regalito para sus amigos del Senado:
“This album contains material which a truly free
society would neither fear nor suppress. In some retarded areas, religious
fanatics and ultra-conservative political organizations violate your First
Amendment Rights by attempting to censor rock & roll albums. (…) If there
is a hell, its fires wait for them, not us.”
Con todo, Thing Fish fue llevada a escena en
ocasiones y Hustler Magazine realizó en 1984 un fantástico
reportaje, con una delirante puesta en escena navideño-sadomasoquista, con Ike
Willis como “Pez-Cosa”, y la malograda stripper Annie Ample en el papel de una
tórrida “Rhonda”.
[5] Página
de la revista Hustler Magazine (1984) http://globalia.net/donlope/zappa/traducciones/thing-fish.html
La versión-Thing Fish, asimismo, contiene un asombroso interludio-cantata protagonizado
por el Príncipe del Mal (Ray White), que más tarde cobraría entidad propia y se transformaría
en uno de los momentos más fascinantes de la producción zappiana: “The Evil
Prince”, cuya única grabación en directo (tal vez una de las muestras más
prodigiosas del sinfónico-eléctrico zappiano) se puede escuchar en You Can’t Do That On Stage Anymore, vol.
4.
Y con esto llegamos a la versión de 1988,
con la (así llamada) “mejor
banda que has escuchado en tu vida”. Viene presentada en Partes I y II, y con un interludio jocoso en el que cabe de todo. La estructura es metamorfoseada, deconstruida, fragmentada con
sarcásticos incisos, citas y digresiones, y hasta retomando algún viejo tema de
las Mothers of Invention. Una mezcolanza carnavalesca que podría parecer sin
sentido, pero que en realidad guarda una gran lógica interna, como solía ser la lógica de Zappa. La música de Zappa es un espacio donde no rige ningún Principio de Identidad: A nunca es igual a A, Zappa nunca es igual a Zappa, y ahí es donde naufragan todas las ontologías e intentos por definirlo en una estructura dinámica. Es por esta cualidad polimórfica que su obra resulta inabarcable e inasequible desde el método racional.
Lo
primero que llama la atención de esta versión en vivo es la poderosa sección de
metales, que ataca la melodía inicial como un infierno. La producción de
aquella gira, fielmente reflejada en The Best Band You Never Heard In Your Life, resulta
particularmente soberbia, así como la ejecución de aquel
grupo que “se autodestruyó a sí mismo” --según reza el libreto del disco--, la
última gran Big Band rockera del maestro antes de que se recluyera en sus
proyectos ulteriores a causa del cáncer.
En la Parte I, el tema va desarrollándose en una suite
surrealista. La
primera digresión salta hacia el minuto 3, cuando la melodía se
transforma en una parodia de salón de baile, con Ike Willis a la voz cantante, y los vientos haciendo cosas ridículas (si se fijan, ya estaba sugerido este inciso irreverente en la versión de YCDTOSA #1). El propio
Zappa sale al envite y se marca uno de los momentos más hilarantes, cuando, donde debería ir la inquietante reiteración del verso “All
men be cursed”, se pone en plan predicador del fin del mundo y la banda le
va replicando con la BSO de Misión
imposible… Tras esto, hay un
desconcierto general y se escuchan los acordes rasgueteados de una guitarra
“estúpida” (y luego se verá por qué); la Tortura se reanuda momentáneamente y,
sin tiempo de racionalizar aquello, se arrancan con la música de Bonanza… Todo un “medley” anti-americano que culmina con la vieja “Lonesome Cowboy Burt” (“el eructo del vaquero solitario”;
no hay que olvidar que estamos en los últimos días de la era Reagan); en
conjunto, un pasaje de estupideces y gamberradas de baja catadura, incluyendo flatulencias y cánticos tiroleses, que contribuye a hacer todavía más apabullante el cambio de vuelta a la Tortura: “¿Dónde está mi prostituta? OPAL, PERRITA
CALIENTE” (según la traducción de Román García Albertos).
La
cosa vuelve a su cauce en la Parte II, con un solo de
guitarra maravilloso. Zappa utilizaba en aquella gira una Fender Stratocaster
adaptada con pastillas Dimarzio, así como un efecto Flanger y los clásicos
tuneos de su factura (como el uso de púa metálica y su mordido característico,
tocando muy cerca del principio del mástil), que contribuían a lograr esos
solos cristalinos y que en mi opinión encierran la madurez absoluta del Zappa-guitarrista. Un solo de diez minutos que es buena muestra de sus “arquitecturas
de aire”, como él solía llamarlos.
También
merecen atención, como comentaba al principio, las versiones aparecidas
en las últimas ediciones póstumas, entre ellas la de Philly 76’ (con la pequeña banda que grabó Zoot Allures, más Ray White y Bianca Odin a las
voces); la de Buffalo, de 23 minutos, e intermedios "jazzísticos" (con
la engrasada banda de Tinseltown
Rebelion); o Hammersmith Odeon. Especial mención para mi favorita de
estas últimas, la versión de FZ:OZ, en una curiosa gira que en 1976 llevó a
Zappa, Terry Bozzio, Napoleon Murphy Brock, Roy Estrada y Andre Lewis a
incursionar en las antípodas australianas. Lo novedoso de esta versión, pese a
lo abrupto y desarrapado de la sesión, es que Zappa y sus chicos compensan la
carencia de medios con una dosis extra de entusiasmo; podemos escuchar al
maestro fuera de sí, jaleando al público y quebrando la voz (en esa gira sufrió la lesión de cuerdas vocales que lo dejaría
medio mermado al micrófono), mientras un festivo Bozzio atornilla platos y
tambores y hace coros. Sin duda la versión más desenfadada de todas las consignadas.
Así,
lo que empezó siendo una jam improvisada con el Capitán Beefheart en los años
setenta, termina en una suite en cuatro actos, llena de humor y genialidad,
pero que conserva el espíritu inicial en sus pasajes más solemnes, que parece
proyectarse a la eternidad con su tempo meditabundo, con su mirada enarcada, con
su maldición profética que ahoga la estupidez humana en un caudal de música sin
fin… ¿Alguien podrá jamás contestar esta pieza aniquiladora, esta
fiesta de la irracionalidad y la negrura del corazón humano, que con humor e
ironía echa por tierra todos los grandes poemas, las grandes odas a la alegría,
los lamentos afectados?... ¿Alguien se atreverá a descifrar el infinito código
escondido tras sus renglones, tras las palabras de un dios loco como era Zappa,
y que, adoptando por momentos la voz cavernosa del Príncipe del Mal de la canción, parece lanzarnos al abismo con su sentencia no carente de
respuesta?... ALL MEN BE CURSED (AND
DISAGREE, WELL NO ONE DURST).
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