Dos películas
que me han obsesionado en los últimos años, Valhalla Rising y Only God Forgives, ambas del director danés Nicolas Winding Refn (a
quien muchos conocerán por Drive, pero no tanto por sus auténticas
obras maestras, como Fear X, y las aquí comentadas); dos películas, decía, que son dos homenajes al
cine trascendental, y en las que se encuentran dos planos interconectados. En la
primera, el bárbaro One Eye interpretado por Mads Mikkelsen tiende sus manos
cerradas al acabar sus combates. En la segunda, el advenedizo
macarrilla Julian (Ryan Gosling) ofrece sus manos exactamente del mismo modo al
término de la película. En el primero hay una forma de atavismo. En el segundo
rendición o resignación. One Eye acabará liberándose de sus opresores y
mantendrá la calma cuando llegue el momento final, pero sólo porque sabe que es
dueño de sus actos. La de Julian, por el contrario, es una lucha frenética
contra lo imposible (que él cree posible), aunque también termine de algún modo
"restituyendo" el orden de cosas en ese plano final. En ambos hay
aceptación de un orden de cosas contra el que no pueden luchar, y que define a
mi modo de ver la actitud de muchas personas ante la actual crisis mundial.
Como héroes de capa caída tendemos las manos para que nos pasen una vez más la
brida, para que nos lleven a la celda o para que nos amputen nuestra
integridad… Ya Tucídides lo dijo: “Entre la libertad y la tranquilidad, tienes
que elegir. No se puede tener las dos cosas a la vez.” One Eye elige la libertad
(y lo paga con su vida). Julian elige la tranquilidad (y le cortan los brazos).
La vida o los brazos. Pero no las dos cosas a la vez.
lunes, 13 de julio de 2015
Las manos de Nicolas
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