Artículo publicado en el monográfico especial dedicado a Bob Dylan en El País Cultural de Montevideo, el 14/9/2012.
Todavía constituye un misterio por qué Bob Dylan decidió descartar “Blind Willie McTell” de las grabaciones de su disco Infidels (1983). Finalmente apareció en las Bootleg Series de 1991, pero ya desde antes se había convertido en una de las mejores composiciones de Dylan, o como mínimo, uno de los más trascendentales y sentidos homenajes al blues que se hayan hecho.
“Blind Willie McTell” fue escrita en memoria del conocido padre del folk-blues del cual toma su nombre, guitarrista ciego (o casi ciego) originario de Georgia, y que se hizo conocido tocando por las calles de Atlanta, dando lugar a un cúmulo de leyendas surgidas de quienes habían tenido la suerte de encontrarlo. Para muchos, Willie era el rey. Virtuoso del finger-picking, Willie McTell se movía con derecho propio en el llamado estilo Piedmont, el blues al este de las montañas Apalaches, de donde nacería una larga tradición de songsters con una variedad de repertorio compuesto de canciones populares, tonadas que eran aprendidas de memoria, con fuerte influencia del ragtime y otros estilos como el blues rural o down home blues.
Pero detengámonos en la genealogía de “Blind Willie McTell”. Dylan utilizó la estructura armónica de “St. James Infirmary Blues”, algo que no sólo es costumbre perfectamente legítima en la evolución de los estándares del blues, sino que representa un acto puro de tradición musical. Cantar “St. James Infirmary Blues” es cantar sobre la génesis del blues, es cantar sobre su ADN, el tuétano mismo de aquello que llamamos blues. Es tocar con los dedos un panteón inconmensurable de tradiciones étnicas y culturales que se pierden en los tiempos. Su origen, como el de muchos otros estándares, se remonta a mediados del siglo XIX y suele atribuirse a una canción folclórica británica llamada “The Unfortunate Rake”, pero existieron numerosas variaciones y/o adaptaciones, como “The Young Sailor Cut Down His Prime”, o “Streets Of Laredo”, todas ellas de un marcado regusto de las islas. El protagonista de la canción es un viajero que dilapida su dinero en prostitutas, contrayendo una fatal enfermedad venérea. Ciertas trazas de moralidad protestante son palpables en el texto. En algún momento la canción cruza el Atlántico, y es con probabilidad en las ciudades de Memphis o Nueva Orleáns donde el infortunado navegante adopta el hábito del alcohol y el juego, temas comunes en la música criolla de las metrópolis a finales del XIX. Vemos esta influencia cosmopolita en la versión de “Gambler’s Blues”, otra de las variaciones de “St. James Infirmary Blues” en la que apenas se sustituyen algunos versos del texto, dejando intacta la estructura armónica “original”. Mismo caso de Willie McTell y su particular adaptación del tema, que titularía “Dying Crapshooter’s Blues”. No obstante, la versión más popularizada de “St. James Infirmary Blues” nos habla de un asunto bien distinto, sobre el lamento de un hombre que acude al hospital St. James (antiguo hospital de Londres donde se trataba a los enfermos de lepra) y encuentra a su chica muerta. Las primeras versiones tienen todo el sabor de las marchas fúnebres, tan populares en las exequias de Nueva Orleáns. Y de Nueva Orleáns provenía también Louis Armstrong, a quien debemos una cantidad ingente de versiones de “St. James Infirmary Blues”, entre ellas una inigualable elegía a tempo lento que prefigura el blues grave y reposado que luego sobrevendría con los músicos eléctricos, en piezas como "Double Trouble", o "Tin Pan Alley" de Stevie Ray Vaughan. La indisoluble relación entre jazz y blues dio lugar a una profusión de adaptaciones que se sucederían con el tiempo, desde las más primitivas de autores como Cab Calloway, Muggsy Spanier, los bluesmen Alan Lomax y Josh White, orquestistas como Henry Red Allen y Duke Ellington, pasando por las adaptaciones blancas del show de Bing Crosby, una errática alusión de The Doors en su directo de Boston 70’, Joe Cocker, o más recientemente The White Stripes, cuya versión de “Your Southern Can Is Mine” también recoge trazas de la adaptación de Willie McTell, o la que Van Morrison grabó en 2003 para el álbum What’s Wrong With This Picture?
Pero volviendo a la canción de Dylan, cabe apuntar unas líneas sobre una de las mejores versiones que se hayan interpretado, cortesía del guitarrista Mick Taylor. Aparte del mencionado Infidels, Taylor también colaboró con Dylan en el imprescindible directo Real Live (1984). Tras integrar los Bluesbreakers de John Mayall y su paso meteórico por los Rolling Stones en su época dorada (1969-1974), el músico británico ha hecho gala de una modesta carrera en solitario, en general poco satisfactoria, pero manteniendo el tipo como excelso guitarrista y maestro del slide. En el que seguramente es su mejor trabajo en solitario (A Stone’s Throw, 2000), Taylor alcanza cotas de madurez y sabiduría guitarrística que sólo son accesibles para unos pocos privilegiados, aquellos que han pasado una vida entera investigando y amando el instrumento de seis cuerdas. Cierra el disco esta verdadera joya, impresionante versión eléctrica de “Blind Willie McTell”. La versión de Taylor es, desde los primeros acordes de piano hasta el final en difuminado, un auténtico viaje de largo recorrido que se inicia en los orígenes mismos del blues para finalizar en la apoteosis eléctrica de su guitarra slide enjundiosa y elegante como pocas, y, como en este caso, capaz de un sentido poético que sin llegar al virtuosismo de artificio roza el preciosismo. Es una pena que Taylor no se tome más en serio sus trabajos de estudio, porque parece indudable que podría darnos mucho de sí, si no fuera víctima de la desgana o apatía que lo viene aquejando las últimas décadas.
Dylan tampoco prestó nunca especial atención a su “Blind Willie McTell”, cuya grabación corrió a cargo del propio Dylan al piano y Mark Knopfler a la guitarra acústica, que aporta un aire medieval a su ejecución. Según contaría Dylan para la revista Rolling Stone en 2006, decidió reeditar la canción después de haber escuchado la versión que The Band estaba tocando en algunos directos. “Más bien era una demo –declara--, probablemente enseñando a los músicos cómo se debía hacer. Nunca fue completada, nunca estuve por ahí para completarla. No debía de haber alguna otra razón para descartarla del disco. Es como tomar una pintura de Monet o de Picasso, ir a sus casas y mirar una pintura a medio terminar y venderla a la gente que son seguidores de Picasso.” Con el tiempo, muchos han coincidido en que es una de sus mejores tonadas, destila la brillantez del mejor Dylan lírico, con esas largas progresiones de acordes que tanto gustan al compositor de Minnesota, y el ineludible homenaje al padre del folk-blues.
Como fuere, la canción a medias de Dylan, el ciego Willie McTell, el blues de St. James Infirmary, y por último la sublime adaptación de Taylor, conforman un núcleo de asombrosa inspiración allí donde había el lamento harapiento de un navegante borrachín; transportan de un plumazo la imaginación, así como al oyente despierto, a paisajes de colorido musical que nos hablan de extinción, de soledad, de trovadores en el desierto, de apostasías en la égida del nuevo mundo (“From New Orleans to Jerusalem”), de mujeres bebedoras de whisky, de esclavos y plantaciones y gitanos, de poderosos avariciosos y corruptos (“But power and greed and corruptible seed / Seem to be all that there is”). En definitiva, de resignación y pena por un mundo vil.
Blind Willie McTell vivió los últimos días en la indigencia, y murió víctima de una paliza a manos de unos desaprensivos que le robaron la guitarra. Su destino lo equipara sin ambages a la historia fatídica de los artistas errantes o malogrados, como la del propio Beethoven, que acabaría arruinado y olvidado de sus mecenas y su público. Hay en todo ello una inquietante enseñanza, que no ha lugar aquí para analizar, pero que tal vez sea una de las mejores enseñanzas que nos cuenta Dylan así como los viejos bluesmen, en ésta y muchas otras canciones del imaginario popular. Sólo es preciso escuchar con atención, y detener este mundo loco por unos instantes.
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